Ser un “ser humano” implica sentir miedo. De echo todas la emociones que llamamos negativas esconden un miedo detrás.
Los celos: miedo a perder, la ira: miedo a no tener razón, la envidia: miedo a no ser lo suficientemente bueno o a no tener lo suficiente, la impotencia: miedo a no ser capaz de... Cuando te permites sentir estas emociones plenamente y con honestidad, en su fondo siempre hallarás miedo.
Existe un miedo biológico que sirve para garantizar nuestra supervivencia y que todas las especies compartimos, el miedo a perder la vida. De ese miedo deriva el miedo a lo desconocido que nos ha permitido evitar potenciales peligros e ir con cautela en entornos hostiles, pero el cerebro humano mucho más sofisticado que el de nuestros hermanos animales, añade todo un abanico de complejidad a ese miedo de supervivencia. Dado que nuestro cerebro tiene capacidad de abstracción, imaginación y es capaz de pensar en pasado y futuro, convierte el miedo biológico en:
miedo a cualquier cosa imaginable que pueda pasar en el futuro, miedo a que vuelva a suceder algo que ya sucedió y en última instancia miedo al propio miedo. De modo que ese miedo que nuestro cerebro primitivo usa para protegernos, nuestro neocortex lo complica hasta extremos increíbles.
Entiende que tu mente donde se siente cómoda es dentro de parámetros que pueda controlar, por lo que es normal que cuando quieres hacer cambios o te enfrentas a algo nuevo, dispare el miedo para que estés alerta o te detengas.
Y está bien, es su función de protección y la sensación de miedo durará hasta que tu mente controle ese nuevo estado, es algo natural.
Entonces si el miedo forma parte de tu biología, mientras estés dentro de un cuerpo físico vas a sentirlo. Tal vez va siendo hora de que dejes de huir de él, de etiquetarlo como algo negativo y lo aceptes como parte de tu experiencia humana, tienes brazos, piernas, ojos, piel..... y miedo.
Para nosotros los humanos se hace imprescindible aprender a atravesar los miedos imaginados, los que proyecta nuestra mente como cortinas de humo, a convivir con ellos a pesar de sentirlos reales, a aceptarlos y abrazarlos con el mismo amor que abrazas lo que sí te gusta de ti, porque es cuando integras tu dualidad que empiezas a conocerte.
La diferencia entre las personas que actúan, emprenden y exploran sus límites internos y externos y las que no lo hacen, es únicamente que las primeras, hacen todo eso a pesar de sentir miedo.
Gemma Pitarch
jueves, 2 de noviembre de 2017
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