Aparecen con el nombre de timerosal o tiomersal
Numerosasmadres con hijos pequeños hoy autistas que nacieron sanos denuncian que esa enfermedad apareció en ellos tras administrarles vacunas que contenían mercurio. Es decir, las vacunas para la hepatitis B, la difteria, el tétanos, la tosferina... muchas de ellas con timerosal o tiomersal, nombre farmacéutico con el que se conoce el mercurio que es incluido como conservante en las vacunas infantiles. Una denuncia apoyada cada vez por más médicos y científicos que piensan, efectivamente, que el mercurio puede causar alteraciones neurológicas severas a edades tempranas. Algo que parece demostrar el hecho de que la mayoría de los niños afectados tienen unos niveles de mercurio en su organismo muy por encima de lo que se consideran límites tolerables. Hasta 12 veces superior a las tasas establecidas internacionalmente para ese tóxico.
Cabe recordar que la acumulación de mercurio en los niños se produce a lo largo de los años porque hoy llegan a recibir hasta más de 20 dosis antes de cumplir los 16 años, algo que puede llegar a afectar gravemente al sistema nervioso central (problemas locomotores, pérdida de la capacidad de concentración, de las medidas de espacio y tiempo, etc.). Según la Asociación para Vencer el Autismo (AVA), más de la mitad de los menores autistas que hay en ella están afectados por mercurio.
En España los casos de autismo se han disparado en los últimos años y son cada vez más los especialistas que achacan tan espectacular aumento al incremento del número de dosis conteniendo mercurio en las vacunas respecto a épocas anteriores. Aunque lo más inexplicable es que se sigan utilizando cuando hay vacunas que no contienen como conservante ese tóxico.
De hecho, la propia Agencia Española del Medicamento -en sintonía con la Academia Americana de Pediatría y la OMS, entre otros organismos- instaba ya en una circular el año 2000 “a los laboratorios productores de vacunas a intensificar los esfuerzos para eliminar de forma definitiva la presencia de tiomersal” en ellas.
Sin embargo, Fernando García Alonso, el impresentable Director General de Farmacia del ministerio que ¿dirige? Ana Pastor, afirma que “todos los estudios científicos realizados desde 1999 descartan cualquier tipo de relación”. Y eso a pesar de que el 8 de julio del mismo año la Agencia Europea de Evaluación del Medicamento, en un comunicado dirigido a todos los departamentos sanitarios de la Unión Europea, abogaba por el uso de vacunas infantiles sin tiomersal “en el plazo más breve posible”.
José Luis de la Serna, subdirector del diario El Mundo y responsable del área de Salud del mismo -cuyas excelentes relaciones con la industria farmacéutica son bien conocidas- salió de inmediato en apoyo de García Alonso y de los fabricantes de vacunas en las páginas de un periódico tan ecuánime en otros ámbitos: “Ninguno de los muchos trabajos que se han hecho para saber si las vacunas modernas tienen algo que ver con ese trastorno neurológico –dice en un lamentable articulo-han dado positivos. Al contrario, todos han concluido de forma similar: no existe prueba alguna que fundamente la relación vacunas y autismo”. Añadiendo que “hay muchas más fuentes de mercurio en la vida real que las vacunas y acusar a éstas sin fundamento es una grave irresponsabilidad”.
Para José Luis de la Serna,“los casos clínicos puntuales, por raros y duros que parezcan, sólo son eso: casos aislados que para asociarlos a un determinado factor de riesgo deben ser validados por los epidemiólogos. En el caso contrario, de la anécdota se pasa al folklore. En España ha pasado con el tema del Bio-Bac y con las antenas de telefonía móvil, dos asuntos con gran eco mediático que luego han sido colocados en su justo lugar por los científicos.”
¿Ah, sí? ¿Los científicos han puesto en su sitio al Bio-Bac y a los que afirman que los teléfonos móviles son peligrosos? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Quiénes? Es evidente que al señor de la Serna le patinan ya las neuronas.
Para el doctor Xavier Uriarte, inmunológo de prestigio, “decir que se puede seguir vacunando con mercurio es una enorme mentira”. Y afirma que si todavía no se ha llegado a una conclusión científica final que establezca la relación causa-efecto entre el mercurio y los trastornos autistas se debe a que la mayoría de los estudios “están pagados por la industria farmacéutica”. “De lo contrario –añade-, ¿por qué las empresas siguen vendiendo un medicamento del que ya se tienen suficientes datos para retirarlo del mercado? ¿Cómo se explica, si no, que el Departamento de Control de Medicamentos de la Comisión Europea dispusiera en julio de 2000 la retirada del mercurio en los fármacos, por ejemplo de los colirios y antisépticos, y en cambio no ordenara la eliminación total e inmediata de los stocks de vacunas?” Y a continuación agrega: “Y lo que es más grave: ¿por qué las autoridades, conscientes de este problema, siguen permitiendo que miles de niños continúen recibiendo vacunas con mercurio sin dar cumplida cuenta a los padres de los potenciales riesgos que corren sus hijos?”.
Resulta chocante que desde 1996 el timerosal esté prohibido en las vacunas monodosis de uso veterinario pero se permita su uso en niños.
Aconsejamos a los lectores que se nieguen en redondo a que se administre a sus hijos vacunas conteniendo timerosal o tiomersal, es decir, mercurio. Revisen bien los prospectos y exijan a los médicos que las vacunas no contengan ese peligroso tóxico.
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