¿De dónde nace tu música?
No es lo que tú digas, ni siquiera lo que tú oras, sino cómo lo haces, desde dónde puedes hablar u orar.
Podrías decir “Padre Nuestro” repetidamente todos los días desde los labios y no pasaría nada.
Podrías decir el “Om” día y noche, todos los días, y si no lo dijeras desde la conciencia de tí, desde tu centro, desde lo que arde en tu corazón, desde lo que se recrea en tu interior, desde ese amor profundo, que puede estar brotando de tu SER interior, el mantram o la oración no tendrían sentido.
Cuando nos comunicamos, que no nos importen tanto las palabras.
Puedes decir “amor” de muchas maneras, pero dilo de todas maneras.
¡Qué de todas maneras sea el amor lo que marque tu relación!
¡Qué de todas maneras lo que hagas, lo pienses y lo que digas, lo puedas decir, hacer o pensar de todo corazón!
¡Qué hagas el amor, que acaricies, que hagas un poema, que calles, que digas siempre con amor, porque si no pierde todo sentido!
Cuando hay amor se llena de música tu vida y el vivir se convierte en una danza.
Que dances es lo importante; danza tu tristeza o tu alegría, que las dos son sólo otros nombres del amor.
La vida es música y puedes danzarla, disfrutarla como una bailarina disfruta su danza.
Hay un ritmo en tu corazón y una danza interior, una música de amor que está siempre brotando del centro, ese lugar desde donde emerges al quinto reino, el reino del alma.
Jorge Carvajal - Diciembre 2012
martes, 11 de diciembre de 2012
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