Que
algo esté científicamente fundamentado se ha convertido hoy día en una especie
de expresión mágica que hace que cualquier ciudadano esté convencido de que lo
que respalda tal afirmación es poco menos que una verdad incontestable. Siendo ello especialmente cierto en el ámbito
de la salud. Y, sin embargo, la mayor
parte de las cosas que creen saberse no se trata más que de creencias. Sí, creencias más o menos fundamentadas….pero
creencias al fin y al cabo Y la razón es
que nuestro conocimiento de la Realidad es aún tan limitado que puede afirmarse
que desde un punto de vista estrictamente científico hoy no tenemos más que
aproximaciones a la realidad. Aproximaciones que en las últimas décadas, por
cierto, están mutando constantemente porque hemos aprendido más en los últimos
cincuenta años que en toda la anterior existencia del hombre en el planeta El problema es que ese conocimiento,
teóricamente al alcance de todos en la actualidad gracias a Internet, no es
accesible realmente más que para la minoría que está preparada para entenderlo. Y el motivo es muy simple. De la misma manera
que no puede explicarse qué es un virus, un gusano o un troyano informático a
quien no ha visto ni oído hablar jamás de un ordenador tampoco puede
explicársele a alguien que vivimos n un universo holográfico en expansión que
muta a cada milisegundo y con el que es posible interrelacionarse mentalmente
si no entiende ni lo que es un holograma.
Y eso que los principales fundamentos del conocimiento científico actual
fueron expresados en El Kybalion por Hermes Trimegisto quien dejó bien claro
hace milenios en su primer principio que el universo es mental. Y, sin embargo, mientras esa verdad no se
asuma y entienda no podrá comprenderse prácticamente nada en el mundo de la
ciencia. Incluido en el ámbito de la
salud. De hecho algunos de los modernos aparatos médicos están basados en los
principios de la Física Cuántica y ésta en un modelo holográfico del
universo…pero, paradójicamente, quienes los manejan viven en un mundo
newtoniano y cartesiano que ha permanecido en el terreno de la materia sin
entender siquiera que ésta no existe.
Gente para las que la palabra conciencia carece de significado o piensa
que al definir algo que pertenece al mundo de lo no tangible y propio de la
metafísica no es un aspecto que deba tenerse en cuenta a nivel científico ya
que éste término debe reservarse exclusivamente para el ámbito de lo físico. Hablamos,
en suma ,de doctos ignorantes que ni siquiera saben que lo son. Y lo peor es
que muchos de ellos acaparan las cátedras universitarias y son representantes
de las sociedades científicas. Gente normalmente ególatra y egocéntrica que
encima pontifica sobre sus limitados –y a menudo erróneos- conocimientos aun siendo
conscientes de que basta rascar un poco en ellos para demostrar que carecen de
base y se deshacen fácilmente. Está pasando en todos los ámbitos del saber pero
muy especialmente –y esto es lo que nos preocupa y angustia- en el de la salud.
Un ámbito que en el que puede decirse,
objetivamente hablando, que no se ha avanzado prácticamente nada en décadas,
excepción hecha de los métodos de diagnóstico. Porque a día de hoy seguimos
ignorando las causas de las miles de enfermedades que los médicos tienen catalogadas
y por eso no saben curarse (excepción hecha de las infecciosas) como tantas
veces hemos recordado ¿y por qué
volvemos a repetirlo? Pues por una
sencilla razón: porque quienes se niegas a modificar el obsoleto e inútil
paradigma de la Medicina actual, incapaces en realidad de defender los
fundamento científicos de sus creencias,
se dedican ahora a atacar a quienes les ridiculizan por ello con los
mismos argumentos y les acusan de que
tampoco lo que afirman ellos está científicamente fundamentado. Sólo que no es
verdad: no está científicamente fundamentado… según su concepción rancia y
lamentablemente limitada de la Ciencia y de la Realidad .Claro que ni siquiera
entienden que el llamado “método científico” está absolutamente superado. Y eso
les solivianta. Les encorajina. Se
niegan a admitirlo .Y, sin embargo, vamos a tener que repetirlo –una y mil
veces- hasta que la sociedad lo
entienda: la inmensa mayoría de los tratamientos médicos actuales -incluidos los farmacológicos- no están
científicamente fundamentados. Es más, la inmensa mayoría no funcionan por la
sencilla razón de que se sustentan en una concepción completamente falsa de la
realidad y del propio ser humano.
DSALUD
domingo, 24 de junio de 2012
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