martes, 31 de diciembre de 2013
Para el 2014, lo mejor de nosotros
Amanece un nuevo año , y el cielo intensamente azul anuncia otro maravilloso día de invierno. La luz que acaricia la nieve se descompone en sus siete notas y la sinfonía de reflejos y colores anuncia el milagro del sol: duermen las semillas, se enciende el fuego interior. Las largas noches de capricornio nos hablan del misterio de la tierra virgen incubando la semilla. Matriz mineral de una savia milagrosa que prepara el diseño de la luz que florecerá en la primavera. Es milagroso el invierno que nos lleva de regreso a casa para nacer de nuevo. Es milagrosa la crisis revelando en el surco de nuestras heridas y vanidades un camino de regreso a la desnudez esencial del ser.
Hijos y nietos encontraron un refugio cálido en el hogar de los abuelos, y gracias a la abundancia del contacto que nos ha regalado esta
estrechez podemos encontrarnos otra vez. En el surco de la solidaridad que labra para toda la familia esta inevitable proximidad, nos hacemos más humanos. Se enciende la hoguera del hogar y se disuelve el hielo de esta inhóspìta soledad. Ya no nos plantearemos la posibilidad de viajar tan lejos de nosotros y optamos esta vez por el viaje interno. Habíamos ido ya demasiado lejos por el camino de la ausencia y ahora que nos sentimos de regreso, como hijos pródigos experimentamos el fuego del Padre adentro.
Otra vez, el sentimiento de ser amados sin ninguna condición nos lleva a experimentar la vivencia del perdón. Inocentes de nuevo, ahora tenemos menos, compartimos más y sentimos la vivencia de la levedad y la presencia . Nos abrazamos y nos encendemos, sentimos el sentido de estar vivos, no como la vaga idea que afloró en el pensamiento. Ahora es el fuego de ser ardiendo adentro.
Tal vez vaya un poco mejor la balanza de pagos y la macroeconomía, a lo mejor paguemos menos intereses y nos sintamos un poco mejor porque estamos menos mal. Pero aunque el organismo entero decrete un estado de bienestar, si las células familiares no pueden respirar no tiene sentido pretender que lograremos un tejido social que revele bienestar. Es ahora quizás nuestra mejor oportunidad para restaurar ese bienestar que depende de la capacidad de responder por nosotros mismos, de abrazarnos y abrazar a la familia, de volver a sentir al hijo y al hermano y al amigo. No tienes sólo un trabajo, tu profesión es esa fe viva que encarnas en aquello que profesas cada día, ahora, en este invierno de la vida y la economía, con los bolsillos vacíos sea tal vez más fácil el viaje al corazón para
experimentar que lo esencial, aquello que nos hace genuinamente ricos, espera despertar en nosotros. El sol brilla para todos y la nieve pura se derrite para saciar la sed de todos todos. El aire que respiramos, el paisaje que contemplamos, las caricias posibles, los sueños, la esperanza, la magia de la amistad, el milagro de los nietos renovando la corriente de la vida, son tantas las cosas bellas y sencillas que pueden alegrarnos la vida cada día, que no tiene mucho sentido esperar a que todo afuera se mejore para darnos permiso de ser lo que ya somos. Hoy la vida espera de nosotros todo lo que traemos y lo que somos. El 2014 espera lo mejor de ti. Tú haces los instantes y las horas. Tú creas tus años, y das colorido a tus crepúsculos y auroras. Todos creamos el espacio-tiempo que habitamos y lo convertimos en el paisaje que nos hemos inventado para el viaje de la vida. Creadores tanto de catástrofes y abismos como de las
mejores proyecciones de nosotros mismos, somos escultores de la obra preciosa del carácter que nos permite ir de viaje por los caminos que hemos esculpido: henos aquí hoy, en los albores de este siglo, tejiendo la trama que servirá de soporte a nuestros hijos y los hijos de los hijos. La vida solo nos pide una cosa: que seamos dignos de nosotros mismos. Así seremos dignos del país, del tiempo y de la humanidad en que vivimos.
¡Qué traigamos al 2014 lo mejor de nosotros!
Jorge Carvajal
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