martes, 31 de diciembre de 2013

Para el 2014, lo mejor de nosotros


Amanece un nuevo año , y el cielo intensamente azul anuncia otro maravilloso día de invierno. La luz que acaricia la nieve se descompone en sus siete notas y la sinfonía de reflejos y colores anuncia el milagro del sol: duermen las semillas, se enciende el fuego interior. Las largas noches de capricornio nos hablan del misterio de la tierra virgen incubando la semilla. Matriz mineral de una savia milagrosa que prepara el diseño de la luz que florecerá en la primavera. Es milagroso el invierno que nos lleva de regreso a casa para nacer de nuevo. Es milagrosa la crisis revelando en el surco de nuestras heridas y vanidades un camino de regreso a la desnudez esencial del ser.


Hijos y nietos encontraron un refugio cálido en el hogar de los abuelos, y gracias a la abundancia del contacto que nos ha regalado esta
estrechez podemos encontrarnos otra vez. En el surco de la solidaridad que labra para toda la familia esta inevitable proximidad, nos hacemos más humanos. Se enciende la hoguera del hogar y se disuelve el hielo de esta inhóspìta soledad. Ya no nos plantearemos la posibilidad de viajar tan lejos de nosotros y optamos esta vez por el viaje interno. Habíamos ido ya demasiado lejos por el camino de la ausencia y ahora que nos sentimos de regreso, como hijos pródigos experimentamos el fuego del Padre adentro.

Otra vez, el sentimiento de ser amados sin ninguna condición nos lleva a experimentar la vivencia del perdón. Inocentes de nuevo, ahora tenemos menos, compartimos más y sentimos la vivencia de la levedad y la presencia . Nos abrazamos y nos encendemos, sentimos el sentido de estar vivos, no como la vaga idea que afloró en el pensamiento. Ahora es el fuego de ser ardiendo adentro.

Tal vez vaya un poco mejor la balanza de pagos y la macroeconomía, a lo mejor paguemos menos intereses y nos sintamos un poco mejor porque estamos menos mal. Pero aunque el organismo entero decrete un estado de bienestar, si las células familiares no pueden respirar no tiene sentido pretender que lograremos un tejido social que revele bienestar. Es ahora quizás nuestra mejor oportunidad para restaurar ese bienestar que depende de la capacidad de responder por nosotros mismos, de abrazarnos y abrazar a la familia, de volver a sentir al hijo y al hermano y al amigo. No tienes sólo un trabajo, tu profesión es esa fe viva que encarnas en aquello que profesas cada día, ahora, en este invierno de la vida y la economía, con los bolsillos vacíos sea tal vez más fácil el viaje al corazón para
experimentar que lo esencial, aquello que nos hace genuinamente ricos, espera despertar en nosotros. El sol brilla para todos y la nieve pura se derrite para saciar la sed de todos todos. El aire que respiramos, el paisaje que contemplamos, las caricias posibles, los sueños, la esperanza, la magia de la amistad, el milagro de los nietos renovando la corriente de la vida, son tantas las cosas bellas y sencillas que pueden alegrarnos la vida cada día, que no tiene mucho sentido esperar a que todo afuera se mejore para darnos permiso de ser lo que ya somos. Hoy la vida espera de nosotros todo lo que traemos y lo que somos. El 2014 espera lo mejor de ti. Tú haces los instantes y las horas. Tú creas tus años, y das colorido a tus crepúsculos y auroras. Todos creamos el espacio-tiempo que habitamos y lo convertimos en el paisaje que nos hemos inventado para el viaje de la vida. Creadores tanto de catástrofes y abismos como de las
mejores proyecciones de nosotros mismos, somos escultores de la obra preciosa del carácter que nos permite ir de viaje por los caminos que hemos esculpido: henos aquí hoy, en los albores de este siglo, tejiendo la trama que servirá de soporte a nuestros hijos y los hijos de los hijos. La vida solo nos pide una cosa: que seamos dignos de nosotros mismos. Así seremos dignos del país, del tiempo y de la humanidad en que vivimos.

¡Qué traigamos al 2014 lo mejor de nosotros!

Jorge Carvajal

miércoles, 21 de agosto de 2013

Amor y crisis





Nuestro Dios es amor dicen las escrituras sagradas. ¿Amamos?

Y al prójimo como a ti mismo, reza un conocido mandamiento del amor. Nos amamos?

Utilizado el amor para justificar el odio, confundido el amor con el placer, convertido en herramienta del chantaje y el poder, vivimos hoy una crisis de sensibilidad y de sentido que nos lleva a reconocer dolorosamente cuánto hemos huido de nosotros mismos

Dolorosamente constatamos las guerras fratricidas, las mil y una guerras ganadas - inútilmente perdidas -, el hambre del hombre taladrando las entrañas de nuestra humanidad, las fronteras cerradas, las inculturas de la dominación,

Nos duele tanto la miseria como la fastuosa abundancia que lleva en vida a la muerte alma.

Nos duele tanto la llaga del separatismo como la herida de una masificación sin sentido, que ha despojado de su unicidad a cada individuo.

Duele tanto la vida vivida como una muerte sin gloria ni pena, esa muerte en que muere toda esperanza de vida eterna. .

Nos duelen tanto las dictaduras y los mesianismos, como las demagogias y democracias sin alma, que con su propuesta de dependencias e independencias han cerrado el camino de la libertad.

Nos duele sobre todo la inconsciencia que tantas veces se reviste con la apariencia de erudición o ciencia. Como si hubiéramos aprendido a nadar la vida por correspondencia, nos ahogamos, sin darnos cuenta, en las aguas peligrosas de la indiferencia.

Nos duele el hambre de los niños, la muerte de los africanos, el desgarramiento del medio oriente, las inundaciones que desnudan la insolidaridad. Duele en el alma esta ya larga ausencia del despertar.

Nos duele el aire enrarecido que respiramos, el agua contaminada que bebemos, la lluvia que nos inunda, el fuego que nos devora.

Nos duele la economía de la indiferencia, los carteles de la indiferencia, el racismo con su máscara de diferencias. Nos duele la vida en todo aquello que niega las diferencias

Hundidas en el abismo mismo de la inconsciencia, se derriban hoy las ilusorias fronteras. Duele la piel de los países y los continentes, con sus raíces desnudas, sin sus disfraces de muerte. Nos duele la tierra viva en la muerte del África, en el Sida, el hambre y la guerra. Todas esas enfermedades que siegan la vida son otros tantos nombres de la injusticia.

Nos duele a todos la tierra viva. El corazón escucha la voz antigua de la hermandad. Movidos, removidos, conmovidos, sentimos los ojos grandes y tristes del hambre, y los vientres vacíos de las madres que incuban hoy – tormenta del desamor - humanidades del hambre.

Que se agite por dentro el dolor y despierte torrentes de amor. Que no se sequen las lágrimas. Que la angustia taladre en la noche oscura, hasta el alba humana,.la entraña profunda de la hermandad. Que un nuevo amanecer revele en otros el ser nosotros, todos, humanos, hermanos, humanidad, hijos de un solo padre, gotas del mismo mar.

Que el fuego consumidor del amor, Dios en nosotros todos, reduzca a cenizas siglos de confusión. Que como chispas de una sola llama, revelemos todos el alma humana.

Jorge Carvajal

¿Tendrá sentido este dolor?

Tormentas geomagnéticas, calentamiento global, tsumnamis sociales, cataclismos económicos. “ la tierra toda gime con dolores de parto” : Estamos muriendo, naciendo, viviendo. Siendo. Si no somos todo esto, la noche perderá su belleza oscura. Si ahora también nos perdemos este dolor, estaremos condenados a sufrirlo.

¿Tendrá sentido el dolor por todo lo que nos pasa?

Más allá de sufrir el dolor, cuando el alma aprende, se enciende un fuego interior. Y en ese fuego consumidor, que sólo puede destruir aquello que no somos, emerge nuestra esencia. Somos hijos del mismo fuego de la mente universal que arde en todas las razas humanas de diferentes maneras, y germina según la calidad de la semilla de cada surco o civilización, aportando sus frutos a toda la tierra.
Nos espera la solidaridad, la alegría inocente de dar, la magia de vivir sencillamente en el paisaje de la vida, que surge con su rara belleza cuando logramos despejar las tinieblas de las fronteras artificiales que erigimos para separarnos. No sabíamos lo que hacíamos, al huir o rechazar a otros para afirmarnos, cortamos las raíces que nutrían nuestro propio nosotros.

Cuando el eterno aprendiz que en nosotros vive, aprende la lección que cada evento trae a la vida, descubre que es tan bella la noche como el día, la sombra como la luz, la tristeza como la alegría. Reconoce que una sola corriente de vida, la misma que une el sol a la tierra, va tejiendo la red sutil que une cada flor a su semilla y todas las formas a sus respectivas esencias. Aprende que constelaciones, estrellas y planetas están intangiblemente unidos a cada uno de los organismos y sus células.

Entretejidos por la misma vida que a todos habita, los reinos de la naturaleza, las especies, los géneros y las familias, van dando forma al precioso holograma de la diversidad. Somos lo que somos con cada uno de todos los demás. El cauce del ser une las dos riberas del río de la vida. Todas las playas de culturas y civilizaciones son una ribera continua en el océano de la humanidad. En ese océano de sentido, sentimos que el sentido de ser es el amor. Y es amor lo que se despierta en el canal del parto que representa este dolor. Nacemos de nuevo a lo que somos y desde el fondo del ser surgen oleadas de compasión y solidaridad. Un sentimiento de regocijo interior nos invade cuando a pesar del dolor, o tal vez por el mismo dolor que ha despertado nuestra más genuina sensibilidad, servimos y experimentamos al dar lo mejor de nosotros una sensación de unidad, que restaura al interior un sentimiento de integridad, de confianza y de paz.

El dolor tiene sentido cuando no nos resistimos a ese su llamado a despertar nuestra propia humanidad. Orando, meditando, acompañando, abrazando de todos los modos posibles, damos sentido al dolor.

Jorge Carvajal

jueves, 11 de abril de 2013

El camino de la FELICIDAD



Cuando nada nos queda, nos queda todo: el ser, única condición de la felicidad



Estos días conocí a un hombre que ascendió a las cumbres del poder y, en esa vorágine de las sociedades que buscan chivos expiatorios para que unos pocos paguen la corrupción de todos, fue a parar a la cárcel. Me decía que en prisión había conocido más de la libertad que en la ebriedad del poder. Se descubrió a si mismo, ya desnudo de toda condición y, en esa desnudez del ser, se encontró de veras con su familia por primera vez. Son las paradojas de la vida: aprendemos más de la vida cuando hemos estado al borde de la muerte, echamos más de menos a nuestra madre cuando se muere. Lo que realmente vale, se reconoce mejor cuando se pierde.



Pero ¿qué nos queda cuando aparentemente nada queda ? Si se ha perdido la fortuna, el reconocimiento social, el poder, la reputación y, a lo mejor, nuestro solo horizonte sea el de la prisión, ¿ qué podría ya quedar? Quedas tú, quedo yo, quedamos nosotros, el ser que somos, con aquello que realmente da sentido a la vida: la libertad interior. En la visión del padre de la logoterapia- terapia del sentido o logos- Víctor Frankl, nos queda esa dignidad de ser, que nos permite optar por la actitud con la que vivimos cada suceso de la vida. “Por sus obras los conoceréis” y las obras son actos que nacen de actitudes.

Que ganemos la lotería o perdamos la fortuna, no es tan determinante como la actitud con que lo asumimos. Lo primero, bien puede conducir a la debacle; lo segundo, puede conducir a la restauración de lo esencial en la vida. Aunque haya riqueza material se puede vivir en la cultura de la pobreza, que nace de esas actitudes que reflejan la pobreza de espíritu. Y los pobres de espíritu son los más pobres del mundo.



De mil modos nos duele la vida pero, ¿tenemos que sufrir? El sufrimiento es producido por una errónea actitud frente al dolor, cuando nos resistimos a él o lo negamos. Si no nos resistiéramos a ese dolor y aprendiéramos su lección ¿qué pasaría? Descubriríamos talvez que el dolor es algo así como un maestro que nos revela los mil y un aspectos de una sola lección : la del amor. El dolor emocional retenido nos convierte en víctimas, construimos un cuerpo de dolor en torno al cual vivimos, hacemos una coraza inexpugnable para ser invulnerables. Si aplazamos las heridas, prolongamos el dolor y lo convertimos en sufrimiento; si no vamos cada día extrayendo las espinas, estaremos condenados a que con cada paso en el camino de la vida se abran las antiguas heridas. Alguien en nosotros se recrea en el dolor, como si su único poder fuera el de sufrir y llamar la atención como una víctima. Perdemos la dignidad cuando mendigamos esa migaja de amor que es la lástima. Los que poco o casi nada tienen se tienen a sí mismos, se disfrutan, gozan de las pequeñas cosas, y comparten lo que tienen en abundancia: la vida. ¿Y si el propósito de la vida fuera la felicidad y rescatáramos, ahora plenos de conciencia, la inocencia que nos da la paz de y la alegría ser sencillos? En el lecho de la muerte la gente parece que se arrepiente más de lo que dejó de hacer que de aquellas cosas que hizo. Supongamos que, como irremisiblemente va a suceder un día, mañana fuera el día de la despedida defintiva de este plano de la conciencia. ¿Qué haríamos ? Quizás perdonar y pedir perdón, abrazar, aconsejar. A lo mejor, pagar y resolver todas esas cosas pendientes, que agravan el peso de la vida como el de la muerte. ¿Qué esperamos?



Supongamos que podemos vivir cada día con la fuerza primitiva del primer día, con la trascendencia del último día y con la alegría incondicional de lo que es único e irrepetible. Es cierto. Cada día nacemos y morimos y, entre esas dos riberas, vivimos. Podríamos al menos optar por ser felices, a pesar de la tristeza y el dolor. En el ser, ese lugar de la conciencia en el que nada se puede perder, somos felices .



Jorge Carvajal

martes, 26 de marzo de 2013

El poder de PODER



Querer es poder, si, pero ¿si no queremos lo que ya tenemos cómo pretendemos tener cuanto queremos?



La talla de la madera había sido el hobby de Juan Manuel y la laboraba con la misma tenacidad y paciencia con la que había esculpido sus empresas y su vida. El auto-transplante de medula controló temporalmente las metástasis óseas, y pudo de nuevo sonreír, dormir, soñar. Había rescatado el infinito poder de poder y, con una sonrisa amplia, me respondió a la pregunta que una vez le hiciera sobre las lecciones aprendidas, que el mayor aprendizaje en su proceso de enfermedad fue descubrir el milagro que es poder voltearse cada noche en la cama sin experimentar un terrible sufrimiento.



Moverse sin sufrimiento había sido para él una lección mayor que la de los grandes desafíos. Maltrecho aún por los efectos de su enfermedad, pudo crear e inaugurar nuevas empresas, para saber - en vivo y en directo- que la empresa mayor es la de la vida. Muchas veces pensé que su dolor, más que óseo, era ese dolor de humanidad, que advertía en sus ojos cuando soñaba aliviarse para generar nuevas fuentes de trabajo. Le dolían las familias sin oportunidades para llevar una vida digna, le dolía la violencia, la injusticia, la adicción. Pero su dolor no se quedaba en un lamento, era esa fuente del movimiento solidario que lo llevó a consagrar toda su vida a impulsar, desde sus empresas, la gran empresa de la vida.



Aprendí de Juan Manuel que el poder económico no es la más importante fuente de poder. En su lecho de enfermo me enseñó lo que sólo se puede enseñar desde la vida: Que pensar, sentir y hacer desde la integridad del ser son la esencia del poder. Aprendí que se puede disfrutar tanto de ejercer los derechos como de cumplir con el deber y que tolerar, respetar, acompañar, amar, generan un poder interior que es liberador. Aprendí de su proceso de muerte que el derecho de morir con dignidad es tan importante como el derecho a la vida y que habitar en el cuerpo no puede ser menos especial que liberarse de él, pues, a fin de cuentas, nacimiento y muerte son tan sólo dos riberas en la gran corriente de la vida.



El pensamiento es esa matriz de la que van naciendo sueños, acciones y palabras.



Hay un poder que viene de la capacidad de soñarse, un poder que da el ser capaz de transformarse. El poder de vivir la realidad que da al ser humano el potencial de realizarse.



Cuánto tenemos? Cuánto valemos? Cuánto somos? Tenemos cualidades que valen más que todas las cantidades porque, aunque no produzcan dividendos, dan sentido a la vida.



Nos dan poder real las posesiones? ¿Hemos tomado posesión de lo que llamamos nuestras posesiones? O las poseemos, o nos poseen. La renuncia al pasado da vida al presente. La plenitud sólo puede surgir de la capacidad de hacer el vacío.



El poder del poder subyace en el poder de ser. El poder de tener lo da el tenerse. El poder mayor del ser humano, es su capacidad de responder. La vida nos dio poder para corresponderle. Sólo nos corresponde sanamente aquel poder por el que de verdad podemos responder.



Son vanos los poderes que da el poder de poseer sin poseerse, el poder de retener sin contenerse, el poder de conocer sin conocerse. No conducen a la realización el poder de los sentidos sin sentirse, el poder de hablar sin escucharse, ni el poder de la sexualidad sin amor. El poder del poder vive en el ser.



Las posesiones que nos poseen sólo pueden ser prisiones. Si el ser está de veras en lo que tiene, se libera. Si la esencia del hacer es el mismo ser, en cada acción la vida se recrea.



Juan Manuel no luchó a muerte contra la muerte, pues vivió su propia muerte con esa misma integridad de quien sabe que el de empresario o de gerente es sólo un rol pasajero en la empresa permanente de la vida.



Jorge Carvajal

lunes, 18 de marzo de 2013

Emociones y salud III - De EROS a LOGOS



La sabiduría ancestral de la medicina tradicional china no separa el universo de las emociones de la realidad física del cuerpo. Cada órgano es la materialización de una corriente de energía inteligente, que comprende desde la expresión emocional hasta la función síquica. En esta cosmovisión, el miedo afecta el riñón, la ira altera la función normal del hígado y el exceso de alegría desordena el corazón. La tristeza puede también afectar la función del pulmón y la obsesión al bazo. Parecería una creencia arbitraria, pero el inmenso valor práctico de mirar la mente y el cuerpo, no como una dualidad, sino como un campo unificado de conciencia, ha puesto hoy sobre el tapete la necesidad de integrar las antiguas cosmovisiones a nuestra visión occidental, en una visión integral que restaure esa unidad, que un día parecimos perder entre los detalles de las super-especializaciones.



Nada está separado de nada, lo que vemos es una emergencia de una red cuántica densamente interconectada, cuya consecuencia es la conectividad entretejida de los organismos vivos. Y el hombre es la cúspide de esa maravillosa conectividad, en la que todo se relaciona con todo lo otro y cada parte es un reflejo de la totalidad. En cada espacio del vacío, el programa del universo. En cada célula, el programa del organismo completo. En esta perspectiva, no hay enfermedades locales, todos los síntomas son manifestaciones de una alteración sistémica. La ciencia de los sistemas nos enseña a ver el organismo como un conjunto de componentes indivisibles, comunicados armónicamente entre si.



La clave de la salud de individuos, familias y sociedades es la comunicación armónica, pues más que en un cuerpo, vivimos en nuestro lenguaje, en nuestras creencias y en nuestra cultura, al igual que en los patrones de relación entre moléculas, corrientes eléctricas y campos magnéticos. Todos ellos, son expresión de un campo unificado: la conciencia. En la vida, la conciencia se expresa a través de procesos de aprendizaje y, como si el sentido de la vida fuera aprender, las emociones mismas constituyeran un valioso método de aprendizaje.



Si pudiéramos apreciar cómo en cada emoción, con cada alegría, detrás de cada dolor, existe una lección por aprender, nos liberaríamos de la forma más sutil de ignorancia: el analfabetismo emocional. Así, en lugar de temer y reprimir nuestros impulsos, podríamos canalizarlos, descubrir que las emociones destructivas son sólo emociones retenidas, que algún día se desbordan y nos poseen; podríamos tomar posesión de nuestro potencial emocional para que, por fin, el jinete de nuestra mente pueda hacerse amigo de la bestia, el caballo de las emociones. Esta es la propuesta de una auténtica Psicología, entendida como ciencia del alma humana. En esa Psicología, ya propuesta por el psiquiatra italiano Roberto Assagiolli, padre de la Psicosíntesis, los impulsos emocionales primitivos son sólo la materia prima de emociones superiores. Eros se une a Logos en nuestro propio ego, en una especie de síntesis entre el inconsciente personal y el inconsciente transpersonal.



En esta perspectiva, el temor inteligentemente canalizado nos puede ayudar a aprender la lección de la prudencia. Cuando la ira no es reprimida ni desbordada, nos conduce, desde la autoafirmación, hasta el sentido de la justicia y el heroísmo de ese guerrero que en nosotros ha incorporado el arquetipo del noble caballero. La alegría nos puede conducir a la gracia, la gratitud y la levedad, una conquista de aquel que piensa, siente y actúa de corazón. La tristeza nos puede llevar a la profundidad interior de la serenidad y la obsesión podría ser tan sólo la materia prima de la consagración, ese estado de conciencia en que nuestra vida vuelve a ser sagrada.



Las emociones no son buenas o malas en si mismas, pues son preciosas estrategias de aprendizaje en nuestra vida.



Jorge Carvajal

viernes, 22 de febrero de 2013

Emociones y salud II - El temor de morir



Dos emociones básicas dan colorido a nuestra vida: el amor y el temor. Así como la ausencia de la luz genera la sombra, la falta de amor es la madre del temor. El amor afianza al interior la confianza, de la que nace el sentimiento de seguridad. En esta seguridad nos autoafirmamos, nos reconocemos, nos amamos.



En el amor, las emociones destructivas se disuelven: con una pizca de ese amor, que en nuestro corazón es alegría, ninguna emoción se queda retenida, y por la misma razón no asume características destructivas. El temor puede ser el de perder, el de no dar la medida, el de no ser queridos. Todas esas variedades de temor están relacionados con un temor mayor: el miedo de morir. Sin embargo, la posibilidad de morir con alegría, esa muerte digna de quien vive el final de sus días como un nuevo amanecer, nos lleva a replantearnos la creencia de la muerte como el final de la vida. Se muere el cuerpo, es cierto, pero cuando reducimos la vida a la dimensión del cuerpo, terminamos creyendo que al morir el cuerpo se acaba la vida.



Y es que el miedo de morir, que es el padre de todos los temores, parte de esa confusión de la vida con el cuerpo. Sería sin embargo absurdo, que más de quince mil millones de años de evolución terminen para nosotros cuando muera nuestro cuerpo.



En una óptica religiosa se considera la continuidad de cada vida en la gran corriente de la Vida Una. Si sólo pudiéramos vislumbrar que la conciencia trasciende al cuerpo - como lo intuimos por los relatos de aquellos que han sobrevivido a la experiencia de una muerte clínica - cambiaría nuestra cultura de la muerte y se llenaría de un sentido trascendente nuestra vida.





Si ya no existe esa muerte concebida como un final, eso que hoy creemos que es la muerte, sería sólo la desaparición de la forma o la apariencia. Es como si la vida entonces fuera el viaje de la conciencia. El hecho de confundir la vida con el cuerpo nos ha llevado a confundir el músico con su instrumento. Lo cierto es que el espíritu es música, el alma es el músico y el cuerpo el instrumento. Cuando se destruye el instrumento, no desaparece el músico ni la música, aunque ya no los podamos escuchar.



La principal estrategia para vencer el miedo de morir es saber de veras, que la vida no termina, que a la vida no se le puede poner precio, que para vivir no es necesario agotar la copa del placer hasta el dolor, y que el amor no se acaba con el cuerpo, porque el viaje del espíritu que nos habita es un viaje eterno.



Comprender científicamente la muerte cambiaría nuestra vida de tal forma, que incluiríamos la muerte, al igual que el éxito y el fracaso, en el presupuesto de nuestra existencia. Otra cultura de la muerte nos haría a todos comprender que no se mata la vida porque la vida no es el cuerpo. Si supiéramos de veras que la vida es mucho más que un cuerpo no le pondríamos precio, no existirían ni chantajes, ni extorsiones, ni secuestros. No lucharíamos tanto contra la enfermedad y aprenderíamos sus lecciones, para sanarnos desde adentro. Si supiéramos que este cuerpo es un precioso instrumento del alma en su tarea de aprendizaje, de seguro que estaríamos más contentos disfrutando de él como el viajero que disfruta de la embarcación en que navega por el océano de la creación.



Admitir que la vida es sólo una consecuencia de un cierto ordenamiento crítico de moléculas, es como creer que las personas que vemos en la pantalla del televisor son sólo consecuencia de los cristales líquidos o del movimiento de los electrones. Existe alguien que por nuestros ojos mira, alguien que nos habita y toma posesión de nuestro cuerpo cuando nacemos, alguien que emprende el viaje de regreso cuando morimos: es el Alma, el músico, el intérprete de ese precioso instrumento que es el cuerpo. Vivida desde el alma, la muerte no es nada más que una transición, el proceso a través del cual la crisálida va naciendo al despliegue de sus alas.



Jorge Carvajal

miércoles, 6 de febrero de 2013

Las emociones y la salud I

Vivimos inmersos en atmósferas emocionales que inciden en nuestra salud tanto como el aire que respiramos. También respiramos el miedo, la alegría, la paz, la tristeza o la violencia de nuestro entorno. Nada es más contagioso que las emociones, sean estas positivas o negativas, hasta el punto de que bien pudiéramos hablar hoy de una epidemiología ligada a nuestros estados emocionales colectivos.



No sólo nos nutrimos de lo que comemos; lo que no podemos digerir psicológicamente genera problemas digestivos de igual forma que los alimentos contaminados. La ira crónicamente retenida se convierte en irascibilidad, que puede generar problemas biliares al igual que la alimentación inadecuada.



También las emociones proporcionan la energía y la información que, al cambiar nuestros estados anímicos, modifican la atmósfera emocional, que respiramos en nuestras familias y empresas. El amor ordena el ritmo cardíaco, el temor genera incoherencia y disarmonía en los pulsos del corazón. Esto reviste una importancia mayor hoy, pues sabemos ya que el ritmo del corazón es el marcapasos de todos los ritmos del cuerpo. Las emociones repercuten en el corazón y, a través del sistema vascular, en todo el cuerpo. También el ruido emocional genera alteración de los pulsos eléctricos de los centros que en el cerebro coordinan múltiples funciones vitales.

Los mecanismos de comunicación propios de nuestro organismo son pulsos químicos y eléctricos que, en buena parte, son modulados por nuestras emociones. El disturbio en estos patrones de pulsación rítmica provoca enfermedades de todo tipo. Y la causa más común de tal perturbación la constituyen las que denominamos emociones negativos o destructivas. Cada emoción produce un paquete de sustancias químicas que llevan codificado hasta el cuerpo su mensaje.



Pero las emociones no son en si misma negativas o destructivas, todas son necesarias para nuestra evolución. Somos nosotros quienes les damos una connotación negativa según las neguemos, las reprimamos o las canalicemos como formas primitivas de energía, que constituyen la materia prima de nuestras aspiraciones e ideales. Todos experimentamos miedos, iras, tristezas o depresiones en muchos momentos de la vida, pero lo que hace de estos movimientos de energía de la Psique eventos negativos o constructivos es nuestra propia forma de vivirlos. En general, toda emoción negada, reprimida o desbordada, se convierte en una emoción destructiva. Si no vivimos el temor desde la respuesta inconsciente y primitiva de ataque o huida, podemos alcanzar la sabiduría de la prudencia que es conciencia plena de nuestros propios límites. El temor negado conduce a la parálisis del pánico; el temor desbordado asume la forma de peligrosa temeridad. Podríamos incluso llegar a pensar que el temor extremo es el terror, y que la experiencia individual o colectiva del terror puede conducir al terrorismo. La reacción de ataque es la estrategia primitiva frente al peligro cuando no tenemos escapatoria posible. ¿El desplazamiento, la opresión económica y la marginalidad, que no dejan escapatoria posible a toda una sociedad, podrían estar en la génesis del terrorismo?.



Todas las tradiciones médicas del mundo reconocen la gran incidencia de la calidad de nuestra vida emocional en la salud del cuerpo físico. En nuestra medicina occidental reconocemos, por ejemplo, que la insatisfacción laboral, los sentimientos de hostilidad, el no sentirnos queridos y la falta de soporte relacional, aumentan significativamente el riesgo de enfermedades como el infarto.



¿Qué hacemos hoy para que el hijo, el amigo, la secretaria, el portero, el esposo se sientan queridos por nosotros? La cordialidad, la amistad, la apertura de corazón, la comprensión amorosa nos han de permitir construir una cultura que supere la intolerancia y, más allá de la tolerancia, nos lleve a ser partícipes del reino de la hermandad. En ese, el reino del alma, Dios será al fin para todos un Dios de amor.



Jorge Carvajal

domingo, 27 de enero de 2013

El poder de la PAZ



La paz es el sentimiento de serenidad y de poder que se experimenta cuando vivimos en el océano profundo del ser y no en el oleaje tormentoso del tener. La paz es la expresión de una inteligencia que trasciende el intelecto y la emoción, para despertar a la dimensión del propio corazón. La paz es como el surco de una tierra fértil donde podemos sembrar esa semilla del amor, que podrá un día madurar en el fruto sagrado de la libertad. La seguridad, la confianza, y la alegría son consecuencias de la paz.



¿Cómo tomas el desafío de cada día?. ¿Luchas a muerte contra la muerte y el fracaso? Podrías más bien fluir y gozar de la paz del aprendiz que va aprendiendo las lecciones de ese gran maestro que es la vida. ¿Compites para ser mejor que otros?.

Podrías ser tu propia competencia y resolver ser sencillamente el hombre o la mujer que, muy adentro de tí, ya eres. Si no tienes paz, no tendrás tiempo, ni posibilidad de disfrutar tus bienes, ni capacidad de gozar de los momentos mágicos que nos trae cada día. Sin paz, nada tendrá la gratuidad de la levedad que te da el rendirte a la corriente de tu vida.



Alguien decía que todas las acciones son como ceros en una gran cifra y la paz es como el dígito que les puede dar valor. Para que la paz valore las acciones de la vida, que sea la paz nuestro punto de partida. Este no puede ser otro que la aceptación incondicional, una actitud que, al generarnos paz, permite comenzar toda genuina transformación.



La ciencia de la paz es la paciencia, condición de ese sembrador que, en nosotros, persevera, pues sabe que en el silencio interno de la tierra se incuba la cosecha. La paciencia es la paz de ese poeta de la vida que, en nosotros, sabe que de la silenciosa sencillez de la crisálida puede emerger, luminosa, la belleza de las alas. La paz es con nosotros cuando no llevamos el pasado a cuestas y ser lo que somos en presente no nos cuesta.



Cuando afuera arrecia la tormenta, la paz es ese núcleo imperturbable, como ojo de huracán, en el que los más grandes desafíos se viven con la serenidad de quien no pierde la conciencia. De esa serenidad surgimos, en ella aprendemos y hacia ella podemos siempre regresar, porque es el único lugar en que las crisis, por duras que ellas sean, nos pueden enseñar.



La paz no es un armisticio, ni la firma de un tratado en el que los vencedores imponen sus condiciones a los vencidos - esta sólo es la semilla de una nueva guerra-. La paz no se tendrá que negociar cuando aprendamos que la justicia es equilibrio, que el equilibrio nace de la reciprocidad, que la reciprocidad es el ejercicio del amor y que el amor es el fruto de la justicia y de la paz. Cuando aprendamos que de la paz nace la justicia y en la justicia se recrea la paz.



Una paz sin justicia no es posible. Una justicia que no conduzca a la paz no puede ser justa. Paz con justicia es una necesidad de la humanidad, que no podremos conquistar mientras no saldemos las deudas sociales acumuladas por milenios, mientras nuestra diversidad no sea lo que enriquezca nuestra unidad. No hay paz posible donde no existe transparencia, porque la paz es como esa luz que sólo puede pasar a través de la coherencia que nos da la honestidad. Experimentamos la paz cuando renunciamos a la fricción de la incoherencia y nuestros pensamientos, sentimientos y acciones apuntan todos en la misma dirección. Sin paz, aunque las ganancias externas nos hablen de prosperidad, estaremos negando nuestra propia humanidad.



La paz, más que una adquisición externa, es materia prima de nuestra propia esencia. Cuando somos esa paz, podemos multiplicar el sagrado legado de Quien una vez nos dijo: mi paz os dejo, mi paz os doy ¡ Démonos la paz¡



Jorge Carvajal

martes, 22 de enero de 2013

El planeta de la esperanza



Calor afuera y frío adentro. Tal Vez se funda la Antártida y las aguas se desborden, pero seguimos contribuyendo al efecto invernadero. Tenemos congelado el corazón.

El Sida arrasa al África, de donde una vez salimos todos. Aunque tengamos medicamentos, parece ser más importante sostener precios y ganancias que salvar millones de vidas humanas. Tenemos congelado el corazón.



Manipulamos la economía, para que las cifras digan lo que queremos que se diga, aunque para ello destruyamos vertiginosamente la Amazonía. Tenemos congelado el corazón.



Consumimos placer, poder, pornografía, cocaína y, mientras decimos condenarlo, en realidad permitimos que su dinero oscuro contamine nuestras economías.



Se invade Afganistán y aumenta la producción de opio. La muerte repetida y cotidiana en Irak ha pasado a un segundo plano. Y las secuelas del hambre, más violenta e inhumana que todas las guerras, mata millones de seres humanos cada año.



Los océanos se recalientan, pero ni los huracanes nos despiertan. En New Orleans las aguas desnudaron la miseria que oculta la opulencia, el huracán del sálvese quien pueda ha puesto en evidencia la insolidaridad, más letal que toda guerra.



¿Podemos descongelar el corazón? Hemos desarrollado el intelecto, nuestros conocimientos se han incrementado a una velocidad de vértigo, hemos conquistado el electrón y enviamos sondas a explorar el universo. Hemos dado muchos pasos hacia afuera, pero tan pocos hacia nosotros mismos, que tenemos congelado el corazón. Además de criticar, juzgar, perseguir, creer que somos más buenos que los demás, ¿que hemos hecho cada uno de nosotros realmente por la paz?



¿Podríamos hablar de una ecología humana, una en la que nuestra diversidad sea reconocida como la mayor de nuestras riquezas ? ¿Una en la que la solidaridad sea un valor más real que todos los valores de la bolsa?



¿Podríamos hablar de una economía menos fría que la de las manipuladas cifras y estadísticas, e incluir en nuestro presupuesto, con todas las ganancias económicas, los fracasos, nuestra humanidad, los abrazos, la familia?



¿Podríamos destinar al menos lo que nos sobra para amainar la miseria de aquellos a quienes todo le falta?



La ecología de la tierra es también una ecología humana. No podemos dañar la tierra sin dañarnos, porque ella, más que la materia, es esa inteligencia viva de Gaia, la Pacha Mama que nos parió.



¿Podríamos volver a sentirnos, a vivirnos, a conmovernos con el océano y el amanecer, a sentir maravillados la danza de las aves, los peces y las culturas? ¿Podríamos mirar en la nieve eterna de los Andes y los Himalayas las crestas de las olas en el océano de la evolución? ¿Podríamos salir de la esclavitud de las cantidades y las cifras para construir una economía cualitativa en la que cuente también la felicidad ?



Qué podamos vivir de corazón, y nuestra vida sea auténticamente humana. Qué sintamos la misma savia de la vida que da vida a Gaia recorriendo las entrañas. Qué todas las culturas y las razas, como ramas del mismo tronco, podamos ascender al fruto de esa humanidad que puede compartir este bello hogar con los océanos y los volcanes, con los bancos de peces y las bandadas de las aves. Qué juntos podamos contemplar el nuevo amanecer del corazón, para que más allá de toda razón o sinrazón, sintamos que somos células de un solo cuerpo, chispas de una sola llama. Alma del alma humana.



Es ahora la hora del compartir, la hora de saber que sin contar con todos los otros va a ser imposible sobrevivir. Está involucrada la tierra toda, no sólo el planeta que se recalienta físicamente, no sólo la tierra contaminada del smog, también el planeta de los peces y las plantas, el de los tigres y las águilas, la tierra de los océanos y las culturas milenarias. El planeta de la esperanza.



¿Qué esperamos?



Jorge Carvajal Posada

lunes, 7 de enero de 2013

El poder de creer

 

Convertirse en lo que de verdad se cree, para no vivir sólo de creencias y el creer sea como arte y ciencia de ser lo que en verdad se es. Desde la escueta desnudez del ser uno no podría ya creer en esas apariencias que, al fin de cuentas, van llevando por el camino del no ser y de la dependencia.
Creer en lo que se dice, habitar en la palabra. Sentir lo que se siente y convertirse en ello. Ser en lo que se hace y disfrutar. Así la vida sale de la rutina de la inercia gris y repetida de los días vividos sin pasión. Que sea sagrada la vida, dedicada, consagrada a una causa con amor. Y la más noble de las causas es la misma vida.
El sentido de vivir es la vida. No vivimos en realidad para otra cosa que para vivir. No vivimos para trabajar, trabajamos para vivir. No vivimos para el placer, consagramos el placer a la vida. No vivimos para el poder, empleamos el infinito potencial de ser para honrar toda forma de vida.
Ser el ser único e irrepetible que cada uno de nosotros es se alcanza con esa fe que se afianza interiormente en la confianza. Es esa la profunda fe que se enraíza en el amor. Entonces, somos ciertamente quienes somos y podemos disfrutar. Un saber hacer desde el ser conduce a la sabiduría existencial, que desde la paz nos lleva a gozar la vida.
La auténtica fe no nos viene del intelecto pues se siente, se hace carne y convicción existencial. Nos convertimos en ella. Es la fe encarnada en la profundidad de una confianza que nos llega desde el alma. La vivimos cuando entregamos lo mejor de nosotros a una noble causa.
Creer es el primer paso –la mitad de la jornada- hacia el acto de crear. El alcance del acto creativo trasciende siempre al creador, revelando el potencial ilimitado de creer en lo que para otros no es posible. Se confía en otros cuando se cree en uno mismo. Se cree en la patria cuando ya se lleva adentro. Se confía en la humanidad cuando lo humano ya es al interior el río de la vida, con sus dos riveras de amor y de dolor.
El creador va a tientas, disfrutando del camino en la penumbra, presintiendo la luz y amándola, innovándola, recreándola antes de verla. Sabe que incuba la vida aunque no tenga ninguna evidencia, sabe de las certezas de la incertidumbre El creador experimenta más allá de las fronteras de la razón y los sentidos. Sabe sin conocer, siente sin tocar. Se rinde y gana. Renuncia y posee. Ama el vacío porque conoce de su plenitud. No teme de la sombra porque la sabe madre de su luz.
El creador confía, se fía de si mismo, y del Dios silencioso que lo habita Talvez no haya un esfuerzo más gozoso que el de crear. En el acto de crear no hay nada más incierto que la certeza pues nada en la vida es más evidente que la incertidumbre.
>Alejandro, Napoleón, Bolívar, San Martín, Gandhi, la Madre Teresa creyeron en lo imposible y lo realizaron. Bill Gates creyó en un software compatible cuando todos buscaban una herramienta para competir. Crear es unir opuestos para revelar la belleza de la complementariedad, es dejar de pretender que se tiene que ser mejor, cuando se puede ser único, es revelar en una nota original que no tenemos que competir cuando somos nuestra propia competencia y la podemos compartir.
Terminamos indefectiblemente convertidos en lo que creemos. Creer es crear. Vemos el mundo como nos vemos a nosotros mismos, y nos vemos según lo que creemos. Es posible verse de otro modo. Si otro en tí, que de veras es, surge en tu creencia, lo puedes convertir también en tu vivencia. Si te vives de otro modo otro mundo será posible.

Jorge Carvajal

jueves, 3 de enero de 2013

POEMA

Si para recobrar lo recobrado


debí perder primero lo perdido,

si para conseguir lo conseguido

tuve que soportar lo soportado,



si para estar ahora enamorado

fue menester haber estado herido,

tengo por bien sufrido lo sufrido,

tengo por bien llorado lo llorado.



Porque después de todo he comprobado

que no se goza bien de lo gozado

sino después de haberlo padecido.



Porque después de todo he comprendido

por lo que el árbol tiene de florido

vive de lo que tiene sepultado.





Francisco Luis Bernárdez